El hombre de la bicicleta verde bajaba las cuestas de la montaña con mucho esmero sin dejar de alucinarse por el paisaje medio desértico que rodea el entorno de la pequeña ciudad. Detrás del iba la niña/o beréber acompañada por su sonrisa asombrosa que bendecía los senderos de nuestro anfitrión.
Tiznit era un desierto árido y duro, habitaba por la fauna y la flor más salvaje de la región, en sus alrededores acampanaban de vez en cuando nómadas con su pequeño ganado de oveja para descansar antes de ir en busca de agua y de comida para los animales. Una vez había una mujer embarazada mientras estaba cuidando sus pocas ovejas le sorprendió un dolor atroz en la parte debajo de su barriga, no podía permanecer sentada, se levantó y se puso a andar lentamente por las arenas espantosas, hasta que llego debajo de una palmera donde dio la luz. Desde aquel momento Tiznit se convirtió a un oasis verde, donde flota mucha agua, mucha flor y muchos colores.
Bajo las estrellas y la luna llena andaba el hombre de la bicicleta acompañado del niño/a escuchando a los sonidos de la noche y el cuento del desierto que sopla su sabiduría en los dos corazones inocentes. Todos somos capaces de crear cosas muy bellas, que esto te acompañe hasta la próxima etapa.