Es un pueblo pequeño situado enfrente de la belleza del mar atlántico, se retira del caos de la gran cuidad Casablanca para adormirse en las olas vagas que envuelve el sueño de los pequeños pescadores. El centro de la cuidad englobaba edificios modernos, piscinas de lujo, bares de confort y servicios turísticos de alta calidad. Daba la sensación como si estuvieras en cualquier pueblo turístico clásico que ofrece al turista, los tres elementales para gozar de sus vacaciones: Sol, playa, gastronomía. Pero la cuidad escondía algo más, la magia mística que lo descubrí nuestro anfitrión en su viaje interior.
El hombre de la bicicleta verde llega a la cuidad Sidi Rahal mientras el sol iba escondiendo detrás de la manta azul del mar. Estaba cansado, enfrente de él había un parque verde, muy verde, igual que la poesía del querer de Lorca. Se acomodó sobre un banco mirando a los niños y niñas jugando con toda la espontaneidad y la inocencia del mundo. Entre ellos estaba la niña beréber que guía el corazón del ciclista errante.
De repente empezaron a invadir el parque muchos músicos de mediana edad vestidos de Chilabas blancas, babuchas amarillas, turbantes rojos, y sus caras tenían barbas tendidas hasta el suelo eran de color naranjas por el efecto de la Henna, llevaban un palo largo apoyado sobre sus brazos fuertes, donde estaba colgado pañuelos de diferentes colores. Todos empezaron a bailar en círculo en coordinación muy afinada con la melodía de los tambores que llenaron la cuidad de sus ecos prodigiosos.
En medio del circulo estaba el hombre de la bicicleta verde bailando con el niño beréber, se acercó a él, el jefe de la banda que era un hombre mayor, sonriente y alegre, le susurro en la oreja; bienvenido a la tierra de los santos….en la siguiente parada te espera el poeta con sus versos interminables. El baile y la música te darán fuerza a lo largo de tu viaje.