Kenitra – El pequeño puente

La ciudad estaba plantada de farolas que iluminaban sus calles anchas y largas, habitadas por diferentes tipos de árboles que adornaban la vida de este espacio urbano pegado a la furia del Atlántico. Suspiraba una brisa marítima que añadía a la biosfera un céfiro de vitalidad que podía acariciar sus atardeceres veraniegos.

La ciudad estaba separada históricamente por un río grande que se llama Wed Sebou. La dividía en dos orillas totalmente aisladas e incomunicadas. En una orilla vivía la población negra y en la otra la población blanca, no se mezclaban, no existía una mínima relación, cada población tenía su vida apartada de la otra.

Los únicos que se juntaban a escondidas eran los niños y niñas de las poblaciones que solo entendían de amistad, unión y juegos. Los padres y madres miraban atónitos cómo se divertían viviendo y disfrutando cada día. Los niños no aceptaban ni fronteras ni muros, tampoco visitas organizadas. Tal era la alegría que contagiaron a toda la población que se reunieron para acordar levantar un pequeño puente entre los dos pueblos, en cuya construcción participaron manos negras y blancas, jóvenes y mayores, ricos y pobres. Desde este momento empezó la primera mezcla entre las dos orillas del rio Sebou gracias a la inocencia de los niños de las dos poblaciones cuyo amor trascendía el color de la piel.

El hombre de la bicicleta miraba dentro de su sueño como si de una película se tratase esta historia y entre los niños/niñas que correteaban por este puente mágico vio a la niña que iba viendo durante todo su viaje, con un mensaje… La unión será tu fuerza hasta la próxima etapa.

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